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Censos de Población y Viviendas de 2001
La aldea de las personalidades / Lista de colaboraciones
Sra. Dª Luisa Fernanda Rudí
Presidenta del Congreso de los Diputados
Zaragoza capital
Breve reseña estadística
En el Diccionario Geográfico
y Estadístico de Pascual Madoz (1845), se dice que Zaragoza
se encuentra en una inmensa llanura sembrada de multitud
de árboles de varias especies, de espesos arbustos y
álamos piramidales. El clima de esta ciudad es bastante
desigual y destemplado, a causa de los vientos que en
ella reinan con frecuencia. Los vientos dominantes pueden
referirse a dos: el NO. y SE. Llamados por el vulgo
Cierzo y Bochorno. Muy bien puede decirse que la ciudad
de Zaragoza ha tenido hasta el día 4 recintos enteramente
diferentes el uno de otro. Las puertas que posee son
la Puerta de Sta. Engracia, la del Ángel, Puerta Quemada,
la del Sol, la de la Tripería, la del Portillo, Puerta
del Carmen y la Puerta de Sancho. Esta ciudad, a pesar
de las transformaciones que ha sufrido, conserva aún
la forma elíptica que a lo largo del Ebro le dieron
los romanos. La mayor parte de las casas que componen
la población son de tres pisos, las hay también de cuatro
y aún de mayor número, y por lo regular contienen habitaciones
cómodas y espaciosas, siendo sus portadas y patios desahogados
y anchurosos. El número de calles de que consta es de
213, las cuales forman una cruz perfecta dividida a
manera de diámetros que por dos largas carreras que
atraviesan toda la ciudad. Cuéntanse en Zaragoza 38
plazas, entre las cuales es la principal la del Mercado,
llamada en lo antigua Plaza del Lino. Hay 519 farolas
dentro de la ciudad. Para el mejor orden y desempeño
de las disposiciones municipales de policía urbana y
demás ramos que la conciernen, está dividida la ciudad
en cuatro cuarteles nombrados del Pilar, La Seo, San
Pablo y San Miguel. El único camino general que pasa
por el término de Zaragoza, es la carretera de Madrid
a Barcelona. También los hay provinciales y vecinales,
tanto de herradura como carreteros. El carácter de los
habitantes de Zaragoza es generalmente franco, consecuente,
y sus costumbres sencillas. Las mujeres de este país
son bastante bien parecidas, tienen buen cuerpo, y rasgados
ojos negros en su mayor parte. El valor es innato en
los hijos y habitantes de Zaragoza, como lo tienen constantemente
acreditado en todas y variadas épocas. Zaragoza tiene
una población de 6.316 vecinos, 30.000 almas.
Cuando nace Luisa Fernanda
Rudí, en los años 40, Zaragoza tiene una población
ascendente de 238.695 habitantes, o almas en la terminología
decimonónica. Una población que sigue aumentando y en
1991 el Censo contó 594.394 personas, de las cuales
287.237 eran varones y 307.157 eran mujeres.
Zaragoza, ciudad amable y acogedora. Por Luisa Fernanda Rudí
Han pasado ya muchos años desde
que, procedente de Sevilla, donde nací, llegué a Zaragoza,
ciudad en la que he vivido desde hace varias décadas.
Siempre en la misma casa, en el mismo barrio, que no
ha cambiado mucho su fisonomía. Quizá, la desaparición
de algunos colegios religiosos que disfrutaban de viejos
y monumentales edificios, para dar paso a nuevas ofertas
ciudadanas, y la propia expansión demográfica sean las
transformaciones más destacables de los últimos años. Yo recuerdo una Zaragoza tranquila,
pausada, con menos coches y menos ruido. Con olor a
castañas asadas y a garrapiñadas en invierno y que invitaba
a pasear, sin prisas, en primavera y otoño; en la que
la gente se movía con sosiego, saludando a vecinos y
conocidos. Recuerdo también los tranvías
y los trolebuses, que eran no sólo un transporte público,
sino una forma diferente de contemplar la ciudad. Y
al guardia urbano de la Plaza de Paraíso, con su inconfundible
casco blanco, ordenando ceremoniosamente la circulación,
entonces mucho menos abrumadora. Pero Zaragoza no le ha vuelto
la espalda al futuro y al desarrollo y desde hace algunos
años pugna por situarse en el lugar que por méritos
propios le corresponde. Se ha convertido en una capital
pujante y moderna. Con un crecimiento sostenido que
le permite adecuar poco a poco sus necesidades urbanísticas
y de infraestructuras. La capital del Ebro está inmersa,
desde hace unos años, en una verdadera revolución de
la que saldrá, lógicamente, mejorada. Pero al margen de los cambios
urbanísticos, de las grandes avenidas y edificios, de
su amplia oferta de ocio, cultura y deporte, hay algo
que la ciudad ha logrado conservar: la personalidad
de sus vecinos. Los zaragozanos -y los aragoneses- somos
gentes hospitalarias y afables; dispuestas en todo momento
a servir y a ayudar. Y esas virtudes, pese al paso de
los años, siguen afortunadamente vivas y confiriendo
a nuestra ciudad un aroma especial. Me gusta Zaragoza y me gustan
sus gentes.
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