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Censos de Población y Viviendas de 2001
La aldea de las personalidades / Lista de colaboraciones
Sr. D. Ramón Luis Valcárcel Siso
Presidente de la Comunidad Autónoma de Murcia
Murcia capital
Breve
reseña estadística
En el Diccionario Geográfico y Estadístico de Pascual Madoz (1845), se dice que Murcia está asentada en terreno llano y el clima es muy templado y favorable para las más variadas y preciosas producciones, y por lo apreciable y despejado de su atmósfera, bastante sano y agradable. Tres son los ingresos principales que tiene esta ciudad: el del Sur, o sea la Puerta del Puente, el del Norte o Puerta de Castilla y el del Este, o sea Puerta de Orihuela. Además de estos tres ingresos tiene otros varios, como el de la Puerta de la Traición, Puerta Nueva y varios portillos que facilitan la comunicación con la huerta, de la que se halla separada la ciudad por medio de una estensa muralla de ladrillo que circuye todo su recinto. Las 209 calles son generalmente anchas, alineadas y bien empedradas, distinguiéndose por esta circunstancia la llamada de la Trapería, la titulada de la Platería, la de la Frenería, la de San Nicolás, Sta. Teresa, la de las Pilas y San Antonio; en todas hay buenas aceras que contribuyen a la comodidad de los vecinos, así como al ornato público. Las plazas son varias y la principal se titula de la Constitución o Arenal. Las 3.469 casas generalmente son de dos pisos, aun cuando las hay de tres y cuatro y algunas muy notables en su arquitectura, como la del Conde de Balazote, marqués de Beniel, marqués de Ordoño, marqués de Torre Octavio, marqués de Villafranca y la de D. Tomás Alvadalejo, rico minero de Almagrera. Todas las casas tienen pozos, cuyas aguas en algunas son potables. Los edificios notables son: el Palacio episcopal, los colegios de San Fulgencio y San Isidro, el colegio de San Isidoro, el colegio de San Leandro, el Hospital de San Juan de Dios, la fábrica de salitres y la de seda, las casas consistoriales, la Alhóndiga o Almudí y el Contraste, local destinado a la venta de ciertos artículos. Los establecimientos de beneficencia son: Hospital de San Juan de Dios, Hospitat de convalecencia, Casa de refugio, Casa de espósitos y Casa de misericordia. La Instrucción Pública se imparte en: El seminario conciliar de S. Fulgencio, el instituto, la escuela normal y en la Sociedad Económica. Tiene esta ciudad con su término municipal, según la matrícula catastral del año 1842, 19.647 vecinos, 82.517 almas.
Cuando nace Ramón Luis Valcárcel Siso, en los años 50, Murcia tiene una población ascendente de 213.107 habitantes, o almas en la terminología decimonónica. Desde ese año la población sigue incrementándose y en 1991 el Censo llegó a contar 328.100 personas, de las cuales 159.454 eran varones y 168.646 mujeres.
La actual Murcia y la de mis primeros recuerdos. Por Ramón Luis Valcárcel Siso
La Murcia de mi infancia, en los años finales de los 50 y primeros de los 60, era una ciudad de las llamadas "de provincias" que se aplicaba con esfuerzo a la inmensa tarea, no siempre resuelta con el mejor de los criterios, de crecer, de modernizarse, de salir fuera de los límites marcados por el perímetro de la desaparecida muralla medieval, de edificar nuevos y grandes edificios, barrios que permitieran la expansión urbana.
Era Murcia una ciudad abrazada por la huerta, y eso le imprimía cierto carácter, además de inundarla, llegadas las fechas adecuadas, de ciertos olores inconfundibles: el azahar, el pimentón molido... Hoy, apenas queda el recuerdo, pero aún nos está permitido a los murcianos el inmenso lujo de pasear por el Malecón que nos protege de las salidas de madre del Segura para, en un abrir y cerrar de ojos, encontrarnos rodeados de huertos, de sonidos y olores que nos traen a la memoria aquella célebre "Huerta de Europa" de otro tiempo.
Cuando nací, acababa de abrirse la Gran Vía, llamada entonces Avenida de José Antonio y hoy del Escultor Francisco Salzillo, que rasgó la entraña musulmana de la ciudad y facilitó la comunicación entre las orillas del río Segura y la zona de crecimiento urbano, al norte. Es verdad que se cometió alguna que otra tropelía de imposible reparación, pero la Gran Vía se convirtió rápidamente en el mejor símbolo de la nueva Murcia, con sus grandes edificios de viviendas, centros oficiales como la Delegación de Hacienda o el Banco de España.. y un tráfico cada vez más denso que acabó por colapsar, en pocos años la nueva arteria urbana, lo que obligó a buscar otras alternativas.
Sólo había entonces dos puentes para poner en contacto el populoso e industrial barrio del Carmen con el resto de la ciudad, mientras que ahora son cinco para tráfico rodado más dos pasarelas peatonales, debidas, por cierto a dos de los ingenieros españoles más galardonados, Manterola y Calatrava.
En la Murcia de mis primeros años, las zonas verdes eran escasas: el antiguo Jardín de Santa Isabel, el de Floridablanca y la Glorieta, eran los lugares preferidos, y casi únicos, de los niños de mi generación. Hoy, por fortuna, esos remansos urbanos necesarios para el esparcimiento se han multiplicado y han salpicado todo el espacio ciudadano, lo que contribuye a paliar la paulatina desaparición de la huerta circundante, absorbida por el imparable avance del hormigón.
En mis años infantiles, se accedía a la ciudad desde Madrid, Alicante, Andalucía y Cartagena por estrechas y peligrosas carreteras, y todo el tráfico pesado cruzaba la ciudad de parte a parte. Hoy, Murcia está circunvalada por modernas autovías que, aparte de agilizar el tráfico, brindan unas magníficas vistas de las ciudad desde cualquier acceso.
Vivimos, en definitiva, en una Murcia muy distinta a la mis primeros recuerdos. Una ciudad renovada, moderna, enorme si se la compara con aquella que conocí. Una ciudad que ha perdido, si se quiere, algo de su antiguo encanto, de aquella condición de urbe "amanosa" en la que todo el mundo se conocía, de aquellos barrios castizos en los que uno de desenvolvía como en el salón de su casa, de la que parecían prolongación callejera. Una Murcia que ha variado bastante su fisonomía, pero que ha ganado en comodidad, que pese a tener que lamentar la desaparición de algunos edificios y paisajes urbanos se ha hermoseado considerablemente y ofrece al forastero, todavía hoy, la impresión inequívoca de que se trata de un lugar que no impresiona por su tamaño, pero tiene todas las comodidades de una gran ciudad; que no es famosa por su monumentalidad, pero tiene los necesarios para trazar una buena ruta histórico-artística; que quizás nos destaque especialmente por nada, pero donde siempre se ha vivido, y se sigue viviendo, francamente bien.
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