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Censos de Población y Viviendas de 2001

La aldea de las personalidades / Lista de colaboraciones

Foto del Sr. Juan Velarde FuertesJuan Velarde Fuertes
Catedrático Emérito de la Universidad Complutense
Salas (Asturias)


Breve reseña estadística

En el Diccionario Geográfico y Estadístico de Pascual Madoz (1845), se dice que en Salas reinan todos los vientos y goza de clima sano. Tiene unas 120 casas: la municipal; la cárcel; escuela de primeras letras, frecuentada por indeterminado número de niños y dotada del fondo de propios. La iglesia parroquial (San Martín). El terreno es bastante llano, con algunas colinas hacia el SO: y de buena calidad. Hay en la villa estafeta de Correos que llegan los lunes, miércoles y sábados sin hora fija, y salen los domingos, martes y viernes a las ocho de la mañana. Salas cuenta 123 vecinos, 646 almas.

Cuando nace Juan Velarde, sobre los años 30, Salas tiene una población descendente de 13.598 habitantes, o almas en la terminología decimonónica. De esta población 6.509 eran varones y 7.089 mujeres. Solteros había 4.019 y solteras 4.132. Casados había 2.127 y casadas 2.148. Viudos 360 y viudas 801. De los varones, sabían leer y escribir 4.894 y de las mujeres sabían leer y escribir 4.447. Esta población va disminuyendo progresivamente con los años. En 1991 el Censo contó 8.157 personas, de las cuales, 4.044 eran varones y 4.113 mujeres.

Donde me asomé a la Edad Media. Por Juan Velarde Fuertes

Nací en Salas (Asturias) el 26 de junio de 1927. Se trata de la villa capital y centro de servicios de un concejo rural occidental asturiano. Por esta población discurre el río Nonaya. Los miradores que dan sobre él, crean una realidad casi holandesa. Un castillo se alza en el centro de la villa. Servía para que los "señores de Salas", descendientes de los pésicos nada romanizados que hicieron por allí la Reconquista, cobrasen, a pesar de las protestas del Obispado de Oviedo, un impuesto por el tránsito del trigo y el vino que llegaba a Asturias de las tierras de la Mitra en León. El cementerio estaba en torno a la iglesia prerromanica de San Martín. Tenía un tejo enorme, el árbol sagrado prehistórico. En esta iglesia está sepultado Alfonso IV, el último rey asturiano, que intentó separarse de León y al fracasar perdió los ojos. Todo eso creó un ambiente que ha durado mucho tiempo. Al leer la descripción de Salas que se hace en el Diario de Jovellanos, o lo que aparece en el Diccionario Geográfico y Estadístico de Pascual Madoz, no se observan diferencias básicas con la que viví en mi niñez y adolescencia. Un poco después de prepararse el Diccionario de Madoz, se rompió la situación privilegiada que existía a favor de una empresa asturiana de producción de mantequilla. Eso produjo un enlace de Salas con la Revolución Industrial en el terreno de las industrias lácteas, que continúa todavía hoy, aunque se ha pasado de una empresa familiar a una multinacional. Pero quizá por la índole de la producción, el cambio no es sociocultural. Desde una perspectiva infantil este pasado remoto lo viví al observar, en torno mío, a compañeros que creían en el mal del filo, asegurando haber visto levantarse el hilo en el aire para señalar la casa de donde venía un daño para su familia, y conocía fuentes con una chica guapísima, una "encantada" que daría un juego de bolos de oro al mozo que la besase, el cual amanecería ahogado en el agua del caño de esa fuente. Una de ellas, que ya se dedicaba al prosaico abastecimiento de aguas de la villa, recibía el nombre precioso de Manantial de Doña Lir. En el Concejo estaba la raza maldita de los vaqueiros. Mis amigos vaqueiros me contaban cómo había que morir al aire libre, para que el alma no se quedase presa en la habitación, lo que produciría agobios sin cuento. Y esto se recogía en los juegos. Los nuestros eran, mil veces, en torno a la colegiata de Santa María la Mayor, en la que aprendíamos a admirar el Renacimiento, en el mausoleo magnífico del Inquisidor Valdés, el fundador de la Universidad de Oviedo, obra de Pompeyo Leoni. Eran juegos ancestrales: el lirio lario, antecedentes de la pelota base; el cascayo, romano típico. Y el martes, llegaba el mercado, con perfecta separación medieval de transacciones por calles y plazas. Cuando descubrí cuadros con mercados flamencos, recordé el de Salas. Al mirar hacia atrás observo que en aquella sociedad natal me asomé a la Edad Media. Hoy, se esfuma todo esto con enorme rapidez.