Conocida comúnmente como “gripe española” (Spanish influenza), en nuestro
país no se la mencionaba con dicho gentilicio porque su origen fue con toda
probabilidad foráneo.
La hipótesis más plausible sitúa su brote en EE.UU.,
desde donde sus soldados la llevaron a Francia durante la Gran Guerra. Para
evitar la alarma social y la desmoralización de las tropas se impuso una censura
informativa en los países contendientes. La prensa española fue la primera en publicar información
sobre la enfermedad, pues, al ser neutral España, no
tuvo necesidad de ocultarla, lo que llevó a la falsa creencia acerca de su origen.
Inicialmente no se presagiaba la magnitud de la pandemia que se avecinaba:
“Los médicos han comprobado, en Madrid, la existencia de una epidemia de
índole gripal, muy propagada, pero, por fortuna, de carácter leve” (ABC, 22-5-
1918).
En la segunda oleada, sobrevenida en otoño, la prensa mostró la
verdadera dimensión sin ningún disimulo: “En todos los pueblos sólo se oyen
los lamentos de los aldeanos. El número de atacados es espantoso, y en
algunos pueblos ha habido bastante mortandad” (El Sol, 21-10-1918). Las deficiencias sanitario-sociales
de España y la escasez de médicos poco
ayudaron a mitigar el alcance de la epidemia.
Los Anuarios registran la realidad de la pandemia en términos demográficos: 147.114 víctimas mortales
directas de la gripe y 123.056 por complicaciones
derivadas
de la infección en 1918. Los grupos de edad más afectados fueron
los adolescentes y los adultos jóvenes.
En esa época no se dispone de suficientes indicadores macroeconómicos para
hacer una valoración exhaustiva del impacto económico de la epidemia en
España.
Pero sí podemos rastrear en los Anuarios su repercusión social a
través de las cifras del coste de la vida, el consumo o la actividad laboral. Son
particularmente ilustrativos al respecto las subidas de precios de los
productos básicos
y el incremento de las huelgas subsiguientes a la
pandemia, reivindicando principalmente salarios que se ajustaran a los nuevos
precios.
Tras la pandemia de 1918-19 fue preciso
incorporar la estadística como un
elemento auxiliar en los estudios sobre salud pública.
En el caso del INE y sus
antecesores, esta demanda se ha
materializado en una dedicación nada
desdeñable a la producción de estadísticas sanitarias. Este compromiso, que se mantiene en la actualidad,
ha dado lugar a la creación de un espacio
de información estadística para el análisis
del impacto de la crisis COVID-19, que
recopila datos sobre la realidad
económica, social y demográfica.